lunes, 24 de octubre de 2011

Más allá de lo alcanzable


Por Alberto Mottesi

La diferencia la hace tener un sueño. No recuerdo donde leí o escuché lo siguiente, pero me impactó muchísimo: "Los límites para un ignorante están dados por lo que él conoce. Los límites para un ciego están dados por lo que él puede tocar.

Los límites para un visionario están dados únicamente por el tamaño de los sueños que se atreva a tener".

¿Tiene usted sueños? ¿Los acaricia? ¿De que tamaño son?

Creo que la visión de muchos cristianos y muchos de los líderes, es que el local donde se reúne la iglesia se llene el domingo, luego tener un buen culto y que haya suficiente ofrenda para cubrir el presupuesto. Después de eso, allí nos vemos y ¡hasta la próxima semana! No me extraña que en el mundo haya tanta decadencia. ¡Hay tantos "clubes religiosos", que no hacen ninguna mella en el metal de un mundo endurecido por la maldad!

Salomón dice, "sin visión (sin revelación, sin sueños, sin profecía) el pueblo perece". Otra traducción bíblica dice: "Sin profecía el pueblo se desenfrena"; y otra agrega: "Donde no hay dirección divina el pueblo no camina en orden", (Prov. 29:18).

Cuando el boyero engancha el arado en el buey, el animal no sabe a donde ir, ni siquiera sabe hacer los surcos rectos, él sólo se guía por instintos. El boyero, que es el que sabe, se fija un punto en el horizonte, y aunque va hacía unos metros adelante, impulsa al buey como si fuera hacia ese horizonte. Por eso todos los surcos le salen rectos. El boyero tiene un sueño: producir fruto de esa tierra, y lo lleva a cabo por una visión: aquel punto en el horizonte que le sirve de guía.

Jesucristo tiene un sueño: "No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayais y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca, para que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, Él os lo dé", (Juan 15:16).

Cuando yo era un niño y un adolescente, tenía un sueño que continuamente llenaba mi mente y mi corazón. Mis horas pasaban una detrás de otra delante de la presencia del Señor: "yo quería ver a una ciudad llena del Señor Jesús; que Él fuera el tema de la ciudad. Que los principales titulares de los periódicos no se refirieran al crimen espantoso, a la guerra sangrienta o al escándalo en el gobierno. Que un día los titulares hablaran de mi Señor Jesús. Y que la gente en las calles, las oficinas, escuelas y fábricas compartieran la excelencia de mi amado Salvador".

Pasaron los años y mi sueño no ha desaparecido, al contrario, Dios lo ha fortalecido y mantenido encendido en mi pecho. Es una llama que no puedo apagar. En algunas de nuestras cruzadas hemos visto a ciudades enteras oyendo la voz de Dios; calles vaciándose y estadios y enormes terrenos abiertos llenándose de decenas de miles de personas hambrientas del amor de Dios. Las ondas de la radio y las señales de la televisión han entrado a miles de hogares llevando el mensaje del evangelio del reino de Dios. Hemos visto periódicos y revistas publicando los hechos maravillosos de la cruz en la vida de ciudades enteras. 

Hemos visto a miles de líderes de ciudades y naciones venir y reunirse con nosotros para oí r hablar acerca de Jesús. Y cada año mis sueños son más ardientes. Quiero poner a mi Señor Jesús en el corazón de todo ser humano.

Cuando sueñe no sueñe a nivel de lo que usted puede hacer. Esto es poco, es pequeño; los sueños humanos se manchan de nuestro egoísmo, son de visión miope, y además le darán a usted mismo los méritos de haberlo logrado. Sueñe, pero sueñe en grande, sueñe en Dios, piense en lo imposible para usted, pero total y fácilmente posible para Dios; recuerde que fue Él mismo el que dijo: "He aquí que yo soy Jehová, Dios de toda carne; ¿habrá algo que sea difícil para mí?", (Jeremías 32:27). ¡De esa manera, cuando sus sueños se hagan una realidad, la gloria será para el Señor!

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